
El camino ascendía por la ladera del valle, entre pinos. Ibamos acompañados por centenares de saltamontes que esperaban hasta el último momento antes de ser aplastados para saltar. Algunos parecían devorar los restos de sus congéneres. El saltamontes es un lobo para el saltamontes. Entre tan profundas reflexiones y respiraciones, el camino giró para dejarnos de cara al valle que tendríamos que ascender. Había allí una granja, arroyuelos varios surcaban los verdes prados y las vacas pastaban ajenas al paso de los excursionistas. Aprovechamos la ocasión para hacer un alto y acabar con un melón que llevaba JO en su mochila. El camino continuaba ascendiendo tranquilamente por los verdes prados del fondo del valle entre vacas y toros hasta que el verde dejó paso a las piedras, el camino se empinó y tras unos resoplidos llegamos al Col Le Garin, desde el que bajaríamos al refugio. Desde el collado, el camino bajaba por una pedrera hasta llegar a un río, seguimos el río y llegamos hasta el refugio. Nos quedamos impresionados por el buen estado del refugio. Además, teníamos la habitación grande para nosotros solos, porque los demás clientes tenían habitaciones dobles o cuadruples.Así sólo tendríamos que soportarnos nuestros ronquidos y no los de ningún extraño. El problema es que a pesar de haber salido con retraso del Pays de Gex y haber llegado al refugio por una ruta algo más larga de lo previsto, habíamos andado a buen paso (uno más que el otro) y eran sólo las cuatro y
la cena era a las siete y media. Tras asearnos un poco, tomar unas manzanas, leer unos libros, jugar a las damas y derivados y debatir sobre los usos y costumbres sesuales de la sociedad europea contemporánea resulta que eran sólo las seis y media y que estábamos muertos de hambre. Tras pedir permiso, y una jarra de vino, sacamos un salchichón y algo de pan, que para eso lo habíamos cargado hasta allí, y picoteamos un poco hasta que el momento esperado llegó. Primero vino medio huevo duro, recubierto con una mezcla espesa de aceite, perejil y un toque de ajo. A continuación, un rollito de carne picada con una salsa por encima. Sorprendidos por la calidad del aperitivo, vimos como se acercaba la lasagna, de la que dimos cuenta con la debida diligencia. Siguió carne asada con puré de patatas y de postre una especie de natillas blancas, muy buenas. A todo esto eran ya las nueve y cuarto. La cena había durado casi hora y media, pero el tiempo había pasado en un suspiro y crujir de dientes.
En fin, nos fuimos a dormir. Nos despertamos a las seis y a las siete estábamos de camino. Estaba nublado y de vez en cuando caían bolitas blancas del cielo. El camino sube por las morrenas del valle sorteando los distintos lagos que testimonian el pasado glaciar de la zona. Más arriba, una vez pasado el último lago, hay que seguir por una pedrera hasta llegar al passo dei cappuccini. La otra vertiente estaba soleada pero la cima no se distinguía bien, soplaba algo de viento y hacía frío. Pasado el col, había que seguir por la ladera hasta la cumbre. En el único paso con algo de intringulis había una placa y unas flores, en memoria de una señora que casualmente tenía la misma edad que mi señora madre pero que deduje que la debía haber diñado en ese pasaje hacía tres años. No somos nadie... Continuamos hasta arriba. En la cumbre, cubierta de una fina capa blanca, una madonna (para variar) y un grupo de montañeros (muy) maduros. Los montañeros, que vienen de Torino, nos encuentran muy simpáticos y nos dan té caliente y chocolate. En la cumbre hace frío y casi no se ve nada, las nubes tapan la vista hacia el norte, hacia el valle de Aosta y las montañas de la frontera suizo italiana, así que nos bajamos y en el passo nos ventilamos una tortilla de calabacines que el JO lleva cargando desde ayer. La bajada por la pedrera la llevamos más o menos bien. Continuamos por el camino pero para evitar tener que remontar mucho hasta el col Le Garin, atajamos por unas pedreras infernales, de bloques enormes que nos dejan al pie del col. En 20 minutos (unos más, otros menos) estamos en el col y desde allí sólo nos queda deshacer lo andado hasta el BMW. Llegamos, nos cambiamos, bajamos a Aosta, nos tomamos unas cervezas y cenamos. Hacemos la vuelta de noche y llegamos al pays de Gex sin contratiempos. Algo cansados y doloridos porque ya no somos unos jovenzuelos, pero en el fondo, tampoco estamos tan mal.
1 comentario:
el año pasado, of course, no subimos a la cima, pero alpeamos la primera parte hasta el lagueto detrás de unas cuantas vacas que de puritito miedo se habían ido cagando por el camino. yo no quería bajar por alli; estaba segura que me caería 20 veces encima de las mierdas y convencí a unos cuantos para que volvieramos siguiendo el río. Fué más largo pero más bonito y descansado. El love se quedó abajo porque ya tenía la knee wounded. Cuanto me alegra tu voluntad montañera.Un beso tan grande como el M.Emilius.
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