Páginas

15 de marzo de 2009

Camino del sur

Recién llegado de Jaén, de visitar a A y C, me pongo a pensar en el título adecuado para esta entrada y de entre la nebulosa de recuerdos del pasado surge este camino del sur. El que tenga valor que siga el enlace y lo flipe. Es demasiado hasta para este blog.

Viaje de ida

Salgo de casa con el macuto y las fundas con los esquís y las botas. Esto no es Gva, es Mad, y aunque estamos oficialmente en invierno hace cerca de 20 grados a las tres de la tarde. En Atocha, dejo apoyados los bártulos en una columna y no veo a nadie más que ande con esquís en toda la estación. En el Regional Express a Jaén tampoco se ven muchos esquiadores. A pesar de que el invierno ha sido lluvioso y frío y de que hay un verde deslumbrante en todos los campos que cruza el tren, Jaén nunca ha sido un destino de referencia para el turista de nieve. Da igual. Si hay que dar la nota, se da. Llego a Jaén a las 8 de la noche y llega A con J y me llevan a la sede social del club de montaña donde A se dedica a organizar la vida deportiva de la ciudad. A continuación, cerves y tapas, donde aparece C. El camarero lleva un F-91W y dice que mejor reloj que ese para trabajar no lo hay. Le damos la razón y nos vamos a casa. Nos esperan un madrugón y el pico del Caballo (no un pico de caballo, no confundirse)

El Caballo

Para empezar la temporada de esquí de travesía, que mejor que meterse un 3000 al coleto, y el elegido es el pico del Caballo, de 3018 m, al noreste del pintoresco pueblo de Nigüelas, en Graná. Lo que nadie nos ha contado es que el carril que nos lleva al inicio de la ascensión es francamente infernal y empinado. El Clio de A sube los doce kilómetros de pedruscos, vadeos, agujeros y barro casi sin rechistar hasta que aparcamos. Un poco más arriba, unos cuantos todoterrenos al borde del camino nos dan una pista de lo que hemos conseguido. Son las once de la mañana cuando nos calzamos los esquís y empezamos a andar. Aunque hay muchos claros, vamos enlazando campos de nieve y, tras superar una pendiente algo aserejé, alcanzamos la loma de los tres mojones que seguiremos hasta la cumbre. Hace un calor de morirse, pero la nieve está helada sin pasarse y no llega a empaparse mucho. En la cima, que es el puntito blanco que se ve en la foto al fondo, hay otros cuatro esquiadores y cinco andarines. Tras un rato de charleta y de contemplar las vistas, emprendemos el descenso. La subida me había parecido muy tendida, pero al bajar no tenemos que remar mucho. La nieve está bastante bien, menos en algún sitio donde está un poco costrosa. Al final, bajamos un poco demasiado a la derecha de donde empezamos, pero en veinte minutos de esquí de fondo estamos de vuelta en el coche. Acabamos cansados pero satisfechos. Y la bajada por la pista infernal se hace menos horrorosa que la subida y admiramos boquiabiertos los barrancos y despeñaderos de la zona. La subida se ha cobrado dos víctimas: mis pieles de foca y mis botas. Nueve años de abnegados servicios que no olvidaré jamás.

Far niente en el Canjorro y regreso

La provincia de Jaén, aparte de olivos, presenta un relieve bastante accidentado, con multitud de tajos, crestas, sierras y demases que hacen las delicias de niños y grandes. Los colegas del club de A se han juntao en el Canjorro para escalar y echar el día y allá que vamos a reunirnos con ellos. Dejamos el coche en un olivar a unos diez kilómetros de Jaén y vamos andando entre olivos hasta las paredes. Tienen unos cuarenta metros de altura, un color muy bonito y muchas vías para machacas. La gente se reparte entre las distintas vías, A hace cordada con S, un francés trasladado a Jaén, y C también anda escalando. En un momento dado, aparece una vieja gloria de la escalada jiennense, que se sube por un 6b+ como quien no quiere la cosa, aunque confiesa que está flojo. Ya al final, un colega de A que anda en un V me dice que si subo. Aunque hace casi diez años que no escalo y que peso 200 kilos más que en mi época de escalador, me animo y llego hasta arriba de segundo sin mucho sufrimiento. Eso sí, cuando bajo tengo los brazos hinchaos de arrastrarme por el muro. Nos despedimos de la pandilla y A y C me acompañan a la estación. Llego a casa, hago el informe y ahora me voy al sobre.

Pasen y vean las fotos.

2 comentarios:

Pendrag dijo...

Corrección... C no andaba también esquiando, sino escalando.

Un fin de semana intenso y variado, como son casi todos por aquí. Te vamos a hacer socio honorífico ;-)

Anónimo dijo...

hacia el "caballo" subíamos cuando estuvimos en el Molino de Lecrín y el Javi cantaba aquello de "al pobre pinochillo se le caen los calchonchillos". Besos.