
El sábado decidimos madrugar y buscar un chorro (cascada) de los que tanto abundan por la zona para refrescarnos un poco. Salimos andando del pueblo por el GR, en dirección a Ovejuela, ya en las Hurdes. La primera hora y media se nos pasa subiendo, atravesando una vegetación densísima hasta que llegamos a la cresta que domina el pueblo. Una vez arriba, descubro que sigo siendo alérgico, aunque yo pensaba que se me había pasado, y que tengo los ojos como pelotas de ping pong. Paramos un rato a la sombra de un pino y, cuando se me pasa el ataque, seguimos por una pista hasta coger el camino que baja a Ovejuela. El camino va entre castaños, pinos y alguna encina que otra hasta que encontramos un desvío y bajamos hasta el Chorrituelo. Nos sorprende no encontrarnos a casi nadie, sólo hay una pareja que viene de Ovejuela y que se van nada más llegar nosotros, así que tenemos la cascada y la poza de al pie para nosotros. Hace calor y el agua está fresca así que nos quedamos allí un buen rato hasta que decidimos volver.
Con la tontería se ha pasado el puente en nada, así que el domingo nos adentramos en las Hurdes con el coche. La carretera principal, en muy buen estado, atraviesa lomas en las que sólo se ven árboles quemados. Al llegar a Nuñomoral, la carretera empieza a subir por las laderas, atravesando alquerías de casas colgadas encima del barranco hasta llegar al Gasco, desde donde sale un caminito que en menos de cuarenta minutos nos deja al pie del chorro de la Meancera. Algo más pequeño que el de ayer, sin pocita para bañarse pero con el agua mucho más fría. Ya sólo queda la vuelta a Mad y dejar atrás estos pueblos casi perdidos que están a la vez tan cerca y tan lejos.
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