Durante una temporada, antes de irme a Gva, solía ir a comer a casa de mi abuela un día entre semana. Mi abuela era buena conversadora y me contaba sus historias de cuando vivía en la calle Luchana, de la calle Calatrava, ya cuando se casó con el abuelo y de toda la gente que había ahí. De lo poco que había que comer, de las enfermedades y desgracias familiares, de lo que había que trabajar para salir adelante. Y en el fondo, si ahora sus hijos y nietos viven sin estrecheces, se debe al esfuerzo y al trabajo de nuestros abuelos.
El sábado por la mañana me llamó mi madre y me dijo que mi abuela había muerto. En los últimos años su memoria se había ido borrando poco a poco y ahora se ha apagado del todo. Igual me pasa a mí lo mismo algún día y me olvido de todo. Si llega ese día, quisiera no poder olvidarme del amor y del cariño de mis abuelos.
1 comentario:
tienes razón, sin su trabajo, su esfuerzo y su intelegencia yo, por lo menos, no sería lo que soy, ni siquiera mi "rebeldía" habría tenido lugar sin su jodido mando.
Gracias por quererla tanto.
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