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19 de septiembre de 2010

LP

Pues coge uno un tren y llega hasta Huelva. Desde ahí, en coche, le llevan a LP y es un pueblo tranquilo, es de noche y no se ve mucha gente por la calle. Al día siguiente, se ve uno comiendo coquinas, pelúas, salmonetes, boquerones, chocos y pimentá y se pasea uno por una playa enorme con gente, pero con mucho sitio. El agua está fresca y las olas rompen con fuerza, el océano es mucho océano. Ya por la tarde, cogiendo la nacional, dejando a Colón a la izquierda, siguiendo el puente, estoy en el monasterio de la Rábida y hablo en inglés con un señor de Kansas City durante un buen rato después de varios meses en los que solo he hablado en inglés muy de vez en cuando con alemanes que parecen sacados de una película de la WWII. Y tras dar vueltas y vueltas por la carretera entre Gibraleón y Trigueros, al fin llegamos a la casa donde nos esperan toneladas y toneladas de comida que, lamentablemente, sobrará. Y el lunes por la mañana, en Huelva otra vez, el tren vuelve a Mad y salgo a las doce de la estación.Cojo el 55 en la calle Tortosa.

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