6 de septiembre de 2010
Pico del Nevero
La rodilla no está como estaba, pero he decidido que, en todo caso, iba siendo hora de salir al campo a ver que tal respondía. Y responde. No como respondía antes pero responde. MMA dice, vía conversación instantánea, que tengo que hacer cuádriceps para que la rodilla se quede bien del todo, pero mientras me decido a ir a un gimnasio o a improvisar un aparato casero, salgo al campo. Así que un domingo a las 11 de la mañana dos coches se encuentran en lo alto del puerto de Navafría. Uno ha subido por la vertiente segoviana y el otro viene de Mad. Los ocupantes descienden e inician la ascensión por el cortafuegos que marca la línea de cresta y, ya de paso, la divisoria entre las dos provincias ya citadas. A la una hay que parar a darle el potito a A y un poco más tarde los integrantes de la expedición hollan la cumbre del Nevero bajo nubes amenazantes. Después de comer, y mientras zanganean un rato, son asediados por enjambres de hormigas voladoras mordedoras. Así que deciden bajarse, esta vez por la pista, que aunque es tres veces más larga que el cortafuegos, es menos empinada. A las cuatro y algo A se duerme y sus padres tienen que bajar los diez kilos de niño en brazos, alternándose cuando los brazos no dan más de sí. Al final, llegan a donde convergen los pinos y cada coche baja por su lado.
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2 comentarios:
este otoño a ver si subo al Nevero porque hace muchos años con el pico cubierto de nieve no quise hacerlo para no bajar por una arista helada que fué el camino que suguió la gente.
G.no se resignó y A. con gran filosofía le dijo que aquí se venía a disfrutar (pobrecitos cómo iban a disfrutar acompañandonos a nosotros)
La sierra madrileña que es rica en insectos... ;) pero qué leches era eso??? Las picaduras de la espalda nos duraron unos cuatro días!
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