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24 de octubre de 2010

Etiqueta excursionista

Cuando empecé a salir al monte con P y S me vi sorprendido por un apasionante fenómeno: la gente se saludaba al encontrarse por los caminos. Ya fueran los holas de las sierras madrileñas o los más exóticos apas o bon días de los Pirineos, algunos saludos llegaban a convertirse en pequeñas conversaciones sobre el tiempo o preguntas sobre la ruta a seguir. Llegó el día en que me planté en Chamonix y en las laderas abruptas, con los glaciares de fondo, la gente te decía Bonjour o Bonsoir según la hora a lo que tú respondías bonyur y bonsuar según correspondiera. Los Salve italianos y los grützi suizos eran las expresiones utilizadas en aquellas tierras. Conclusión: en Europa occidental, raro era el excursionista que no saludaba. Llegamos al año 2010. La región de Mad está ocupada por seis millones y pico de personas. Con tanta gente, es fácil encontrar rebaños humanos en las bellas, pero masificadas, montañas madrileñas. E igual que el hijoputismo abunda en la urbe, los urbanitas transformados temporalmente en excursionistas aplican sus hijopúticos códigos urbanos al monte y no saludan ni aunque les provoques con un hola. Es el fin del mundo tal como lo conocemos y un signo de que vamos camino del hoyo como especie. No soy optimista, no. Ignoro qué político abrazará la tarea de devolver la educación y los buenos modales a las masas embrutecidas o, en su defecto, de eliminarlas de la faz de la tierra. Pero dense prisa, por favor, no hay tiempo que perder.

3 comentarios:

Mix dijo...

Ya nos pasó en el Montgó también este año, y luego según exhalábamos exabruptos para el extraño ijoputa quieto en medio del camino que nos obligó a rodearle sin devolvernos los saludos... nos encontramos con el resto de su grupo de sordomudos. En fin, que salvo patológicas excepciones la humanidad se está perdiendo al menos en algunos lugares, y que te apoyo a tope (mmmmmmmhhhhhhh) en lo que escribes, oh sabio Edunardo.

Pelus dijo...

Me rindo a ti, oh Mix, señor de las chanzas.

Marikiya dijo...

Es cierto... qué gente... Las formas no deberían de perderse nunca.
Aquí, en Segovia, aunque la ciudad es pequeña, también hay mucho de esa especie que no es capaz de saludar aunque los arrincones en el ascensor o en la escalera.