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26 de noviembre de 2010

La semana armenia

Mientras bajo por el paseo del Prado un viernes por la tarde, voy pensando en dos cosas: dónde mear y qué escribir sobre la visita de SK, armenio recolocado en Alemania y que nos ha dado una semanita de pasión armenia que no se la deseo a nadie. Cuando encuentro un seto lo suficientemente resguardado y me libero de una de mis preocupaciones, me pongo a vagar por las calles de Madrid pensando en lo que sé de Armenia. Poca cosa, aparte del genocidio armenio y de que el país anda allá por el Cáucaso. Los apellidos de la gente acaban en -ian o en -iam. Me acuerdo de Kachaturian, y después de consultar la wikipedia, resulta que acierto y es armenio. Incluso uno de mi grupo, bellísima persona pero con aspecto de indigente, es hijo de armenio y española, aunque yo pensaba que era ruso. Cuando los dos armenios se encuentran, intercambian unas palabras en ruso y mi colega me pide que no le diga al armenio-alemán que él es también armenio, aunque el otro armenio acaba por enterarse. Ignoro cuál es la probabilidad de que dos armenios se encuentren en San Blas, pero debe ser muy baja. SK nos trae y nos lleva por Madrid, nos hace trabajar más allá de las 17h30 (¡inconcebible!) y todavía, después del curro quiere que le llevemos a tomar unas cervezas. A pesar de que cuando mis colegas van a Alemania pasan un poco de ellos, nos comportamos como exige la ley de la hospitalidad y le sacamos de paseo. De buen grado al principio y de mala gana al final. No es mala persona, pero es un poco plasta el puñetero armenio.

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