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7 de enero de 2011

Reyes

La lesión del hermano mayor M impide que se celebre este año el tradicional partido de baloncesto de Reyes. Mejor así, porque los últimos años los dos pequeños se estaban cepillando sin problemas a los dos mayores gracias a su ejecución perfecta del bloqueo y continuación y a su dominio del rebote. Los años no pasan en balde y no hay peor ciego que el no quiere ver, con esto está dicho todo.

A pesar de la crisis, que de momento respeta a la familia salvo algunos recortes puntuales, y de mis tímidas campañas anti-objeto, este año se produce una avalancha de juguetes que cae sobre mis sobrinos cochinos mientras los primísimos se dedican a jugar al escondite metiéndose debajo de la cama de sus abuelos y mi sobrina se dedica a cuidar de los mellizos, lo cual viene a confirmar mi teoría de que el mejor juguete es uno mismo, seguido de los demás. En cualquier caso, doy por concluido el periodo navideño y comienzo con la purificación del cuerpo y la penitencia por los excesos.

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