Edunardo en la ópera

S se indispone y las dos entradas que tenían P y él para ir al real quedan libres y allá que nos vamos a empaparnos de ópera contemporánea, La página en blanco. El teatro es muy lujoso y nuestra vestimenta desentona un poco entre tanto trajecito, chaquetita, corbatita, permanentita y perfumito, pero nos colocamos en el piso principal, algo por encima del palco del rey, que no está presente, y aparece un cubo en el escenario. La mitad superior del cubo tiene dos contraventanas que se abren y dejan ver un cubículo blanco en la derecha del cual hay figuras de aves. El protagonista, un compositor, tiene un amigo catalán experto en cibernética y tiene que escribir una ópera para Mr.Mussy mientras su ex-mujer ("es una bruja, no la puedo soportaaar") le putea y en su ordenador llegan mensajes extraños con las partituras de lo que ha escrito ("el cerebro es deterministaaaa") Mr.Mussy le presenta a la soprano que cantará su ópera y se enamora entre notas disonantes y percusiones variadas. El catalán le fabrica un robot cantante contratenor, Kobayashi, mientras el coro canta en latín ("Dominus gloriaaaa") y en ese momento creo que llega el descanso.
Nos damos un paseo por los salones del teatro y llegamos a la conclusión de que en una de estas salas caben varias casas de 60 m2. Volvemos al asiento y descubrimos que una parte significativa del público ha aprovechado el intermedio para darse el piro. Comienza la segunda parte, que es la más interesante. El protagonista, que ha entrado en coma al final del episodio anterior, aparece boca abajo en una silla. El malvado catalán y Mr.Mussy le mandaban impulsos al cerebro y recogían los que generaba para escribir la ópera. Todo ha sido un sueño. La soprano decide soltarle de la silla y ponerle cabeza arriba. Todos dicen aaaaaah a la vez mientras la orquesta, en crescendo, da las últimas notas.
Salimos rápido mientras el público aplaude a los artistas. Yo no estoy seguro de haber visto un truño o no. En todo caso, una experiencia más.