Quién me iba a decir a mí que a estas alturas de mi vida habría pasado cuatro veranos visitando la pintoreca isla de Λέσβος gracias a la hospitalidad de la familia Γ. Considerado ya una especie de primo lejano, la familia Γ me trata con cariño y me invita a que lleve a mi partenaire y a que tenga hijos en breve y también los lleve, ya que estoy. Las hermanas Γ también insisten en el tema, aunque probablemente su insistencia sea una maniobra para enmascarar su propia agenda. En cualquier caso, todo es relax en Λέσβος. Este año además, G invita a tres parejas de amigos suyos a la isla, una de ellas con tres niños. Esta mezcla de gentes de distintas esferas da lugar a un divertido intercambio de información sobre el susodicho. Él se lo ha buscado, aunque insiste en la publicidad de sus actos. En cuanto llego a Barajas, salgo por la puerta arrastrando un carro con maletas y un niño montado. C, que ha ido a recibirme y lleva una hora de paciente espera, se sorprende un poco al verme llegar de esa manera. Pero todo se aclara para el bien de la pareja y abandonamos el aeropuerto cansados, pero contentos.
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