Adaptación al medio

Tras varios meses de ir a la piscina con el ánimo de fortalecer mis piernas desligamentadas y mejorar mi estado físico general, he intentado perfeccionar mi penoso estilo observando a los que da la impresión que saben. Uno de mis mayores traumas era ver como era incapaz de dar más de un "golpe de piernas" por brazada, mientras que la gente parecía no tener problemas en desconectar sus piernas de sus brazos y aletear vivazmente cual sirenas o besugos mientras yo me desplazaba por el agua como un elefante marino borracho. Hasta que un día se obró el milagro y mis piernas aumentaron la cadencia. Era más cansado, eso sí, pero nadaba más rápido y ya podía adelantar a las señoras de más de sesenta años con cierta comodidad.

Un día, nadaba yo tranquilamente cuando por la calle de al lado me pasó una mujer (¡ultraje!) como quien no quiere la cosa. Aceleré y, cuando estaba a punto de alcanzarla antes de llegar a la pared, la susodicha se sumergió e hizo un giro de los que hacen los profesionales para salir nadando en sentido contrario. Qué chasco. Me decidí a incorporar ese truco a mi repertorio y, aprovechando que no había mucha gente, empecé a practicar. En el primer intento se me llenó la nariz de agua y casi me ahogo. En el segundo, volví a llenarme de agua y, además, me di con la cabeza en los corchos que limitan las calles. En el tercero, la nariz volvió a llenarse de agua, me impulsé hacia abajo y tuve que emerger de aquella manera para prevenir el hundimiento. Poco a poco, fue saliendo mejor. Y ahora, aunque se me sigue llenando la nariz de agua, no descanso en la búsqueda de la perfección.