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27 de julio de 2012

Excursionismo urbano

Ya he comentado por aquí que el primer día que bajé andando por la Dehesa de la Villa al trabajo, encontré unas marcas de pintura blanca y roja y, al llegar a la rotonda a la entrada de la avenida Complutense había un panel explicando que aquello era el ramal de la Dehesa de la Villa del GR124 o "Senda Real" y que lo usaban nuestros bien amados monarcas para ir a su palacete del Pardo a pegar unos tiros. Yo nunca había seguido bajando hasta ayer.

A las 18h30 de la tarde, con un calor infernal, un Edunardo en modo Rodríguez decide salir de casa e irse a dar una vuelta. Llega a la susodicha Dehesa y, prueba del trastorno que sufre el individuo, nada más empezar a bajar en dirección al paseo del canalillo, ve una botella de plástico tirada entre los pinos y la recoge. Recoge también, ante las miradas extrañadas de sus congéneres,  una lata, unos vidrios, una bolsa y unas correas de las que se usan para enderezar los árboles.  Llega al Cerro de los Locos mientras continúa con su labor basureril y baja a la fuente de la Tomasa. Ahí, cerca del Pino Rey, se entontece un rato con los vuelos rasantes de las hirundo rustica y los delichon urbica. Llegan unas Myiopsitta monachus y los delichones y las hirundos desaparecen, así que continúa su camino hacia el bosquete de cedros y allí se produce de nuevo el milagro del avistamiento: un bicho poco más grande que un turdus merula, con el pecho y vientre claros moteados de manchitas oscuras. Se acerca a él varias veces y otras tantas veces el bicho cambia de rama, quedándose quieto a ver si le deja el pesao ése. Identificado queda como un turdus viscivorus. En fin, que sin nada mejor que hacer, decide seguir el GR. Cruza al otro lado de Sinesio Delgado. El camino continúa por la acera, deja atrás el instituto de RTVE y se adentra por un pinar ralo  en dirección a la tapia del club Puerta de Hierro y la va bordeando. En un momento, antes de llegar a un nudo gigante de carreteras, se planta en una bifurcación: a la derecha, se va hacia la sierra. A la izquierda, se vuelve a Mad. Con el cielo encapotado y siendo ya las 20h30, decide volver de paseo a la ciudad, total, según el panel, sólo son 5 km hasta Príncipe Pío. El camino va siempre por debajo o al lado de autopistas, bordeando por debajo la ciudad universitaria. No se cruza con casi nadie, un ciclista que le adelanta y dos mendigos que van en sentido contrario. Y así, llega al puente de los Franceses y ya desde ahí tira hasta Norte. Refulgen los relámpagos sobre el Palacio Real pero consigue entrar al metro justo antes de que descargue la tormenta veraniega.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay, a ver si te va a dar algo haciendo excursionismo urbano con esas temperaturas. Esto es más peligroso que la Pointe Percee!

Un ovni