16 de noviembre de 2012
Setas y castañas
Al norte de la esquina nororiental de la frontera hispano-portuguesa encontramos la comarca de Sanabria. G, que es sanabresa por parte de madre, nos invita a pasar el puente de la Almudena allí. Alejados del ruido urbano y sumergidos en el medio rural, adoptamos las costumbres locales y nos dedicamos a apañar los frutos de la tierra. Como G y A dominan dos tipos, los cucurriles y los boletus, ésos son los que acaban en la cesta y boletus son los que nos comemos a la vuelta en Mad, en revuelto y al horno. Junto con los boletus viene un cargamento de castañas. Son tantas, que no sé qué hacer con ellas, así que el primer experimento consiste en recrear la crème de marrons que se comía en Frlandia. Trabajo duro, ya que uno se deja las uñas pelando las castañas por mucho que digan que el cocido previo facilita el pelado. Mentira. Avanzando a un ritmo de castaña por minuto, me paso hora y media pelando castañas (no sabía que había echado tantas) y los veinte minutos de la receta removiendo el puré de castañas con el agua y el azúcar se convierten en tres cuartos de hora. Pero el resultado es excelente. Mucho menos empalagoso que la crème susodicha y con la inmensa satisfacción de zamparte el fruto de tu esfuerzo y el apañamiento campestre.
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