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1 de abril de 2013

Jerte

Cuando a bordo de nuestro vehículo de alquiler llegamos a lo alto del puerto de Tornavacas un viernes santo cualquiera, llueve a mares y el viento empuja el agua contra el parabrisas. Despacito, empezamos a bajar entre los bancales, donde los cerezos aún no han florecido, en dirección a Jerte, donde nos refugiamos un rato, esperando a que pase el mal tiempo. Tras un rato de no hacer nada, y viendo que la lluvia ha parado, salimos en dirección a Cabezuela del Valle, aparcamos el coche y caminamos un rato al lado del río, que baja muy crecido, y yo intento fotografiar, sin conseguirlo, las golondrinas que vuelan sobre el río.

 El día siguiente amanece con nubes y claros. Salimos andando de la casa y vamos hasta la entrada de la garganta de los infiernos. Aquello está petao de gente, y el camino hasta los pilones también. Y el puente que hay sobre los pilones, también. Después la cosa se despeja ( ya estamos a más de una hora de camino del aparcamiento ) y seguimos camino con la intención de llegar al puente nuevo y volver al pueblo. Pero las gargantas bajan llenitas de agua y en un punto el río está complicado de cruzar, así que seguimos subiendo hasta el puente del carrascal y ya desde ahí, pas de problème. El sol sale a ratos y nos enrojece el pescuezo. Así que cansados, pero contentos de haber aprovechado el día, llegamos a nuestro alojamiento.

El domingo vuelve a llover. A llover mucho. Sin parar. El árbol que se ve desde la terraza me permite identificar unas sylvias atricapillas. Los delichones y las hirundos ya han llegado a esas latitudes y se ven, aparte, muchos sturnus unicolor.

El lunes nos volvemos nosotros.

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