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17 de julio de 2006

Barcelona ciudad

El fin de semana pintaba siniestro así que a las cinco y media de la tarde del viernes estaba en el aeropuerto dispuesto a irme a BCN. Me apetecía ver gente y nadie mejor que BC para asisitirme en estos momentos. Si quería ver gente, ya en la puerta de embarque me encontré con dos colegas del CERN, MPC y MS, que también iban a BCN. Uno a ver a la familia y la otra a ver a UI, un antiguo compañero de casa que así reaparecía en mi vida. El encontrarme con ellos me sirvió para que me llevaran en coche a casa de BC donde estuvimos un rato de charleta antes de que se despidieran y allí nos quedamos tomándonos la pasta con fagioli, patate e pesto della mamma. La cena estuvo bien y aproveché para poner a mi anfitriona al corriente de los detalles de mi última peripecia vital. En el fondo, llegamos a la conclusión de que los habitantes de cierta bonita región están un poco de la olla. Eso, o asumir que uno es un capullo insoportable, así que me quedo con la primera opción.
El sábado apareció en escena el concubino de BC, C, y después de desayunar fuimos a comer pescadito cerca del mercado del Borne(?), luego fuimos a tirarnos a un parque y después volvimos a casa en metro-horno. Después nos acercamos al barrio de Gracia, y vimos una película en los cines Verdi, que yo conocía de leer al Maki. La película (the grizzly man) era un documental sobre un tipo que había pasado los veranos de 13 años filmando osos pardos en Alaska y quiso integrarse tanto con sus amigos los osos que acabó siendo devorado por uno. No somos nadie. Dejando aparte que el personaje era peculiar de por sí, la película plantea una acertada reflexión sobre la animalidad del ser humano: somos animales, sí, pero distintos a los otros animales.
En fin, tras salir del cine sorprendidos por lo que acabábamos de ver, nos fuimos a dormir, que estamos mayores y ya no estamos para muchos trotes.
A la mañana siguiente conseguimos ser invitados por P y L a comer a su casa de Casteldefells. Ellos siguen con el shock de haber dejado la Guyana y me da que el niño se lo pasaba mejor en la jungla de verdad que en la de asfalto, pero en fin, siguen tan majos como siempre y L cocina igual de bien que siempre. El arroz negro estaba muy bueno. Por la tarde, playa. Allí tumbado es donde se me quitaron las ganas de volver a Gva, y eso que la playa estaba llena de gente, el agua estaba caliente y vimos una compresa flotando. En fin C y B me llevaron al aeropuerto después de despedirnos de Paco y los niños. En el avión me encontré de nuevo con MS y después de una charleta muy agradable tuve la suerte de que el tío había aparcado el coche en el aeropuerto y me acercó hasta el CERN. Llegué a casa, me metí en la cama y no hubo nada.

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