Al final con diálogo, consenso y un poco de chorra (encontré una zona de escalada más o menos cerca de donde íbamos) salió un plan que satisfacía a todos los implicados. El grupo incluía dos italianos hispanoparlantes, un canadiense pro-lentejas, un aragonés, tres catalanes y el que subscribe. Nos dimos un buen tute de andar, subimos al refugio, nos encontramos los andarines con los escaladores a mitad de subida, cenamos lentejas y gnocchis en la terraza del refugio, cantamos el tractor amarillo e intentamos dormir. A la excepción de MM, todos los demás dormimos fatal, pero MM domina el arte de dormir en cualquier circunstancia, nada le detiene.

A la mañana siguiente empezamos a a caminar hacia el pico a las 8 de la mañana. La cumbre se veía cubierta de nubes. Cuando estábamos en la arista del pico, un viento frío les quitó las ganas de subir a M y E, con lo cual, yo, que había sido nombrado capitán de la expedición, decidí abandonar la subida y poner a salvo a las dos elementas. Después de reunirnos en el refugio con los vencedores de la cumbre, el Sr. Vatios tuvo la idea de cocinar más lentejas y pasta. Estaban buenas, pero costó metérselas para dentro. Tras recoger el tinglado, empezamos el descenso hasta el chalet de Bonavau, donde tomamos unas boissons y nos despedimos de los escaladores, que debían volver a subir un rato para luego bajar a dónde habían dejado el coche. A las diez de la noche dejé en Gva a mis compis de expedición y llegué a casa muerto. Hoy echo de menos las lentejas. Las fotos están en flickr y , por supuesto, mi actor favorito también tiene algo que decir.
1 comentario:
dear saint tortillo,
I have just seen your flicker face,
and an article in El País about the unforgiven Mt. Blanc reminded me about our days back at Chamonix.
get a hug
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