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20 de mayo de 2008

Letonia, capital Riga

Nunca habría ido a Letonia sino fuera porque mi coetáneo, JCH, se ha largado allá a poner en marcha una central de ciclo combinado; y porque mis convecinos MA y JO propusieron ir a hacerle una visitilla. Cualquier excusa es buena para viajar. Y llegas allí y te das bruces con la realidad letona, con las letonas de verdad, con el lat letón, con los precios europeos, y con la historia de un país que como tal cuenta con menos de cuarenta años de existencia y que ha visto pasar de todo por sus tierras y casi nada bueno. Caballeros teutónicos, rusos rojos y blancos, polacos, suecos, alemanes de ida, alemanes de vuelta. Una casilla en un tablero de ajedrez ajeno.


Y ajeno a todo esto, al final llega una prestigiosa empresa española de ingeniería a construir una central, arrastrando entre otros al señor C. Y le ponen un coche y una casa de planta imposible con una cocina sumergida. Y le hacen trabajar como a un sub-sahariano, en la opinión de estos cernícalos, que no es que no es que no trabajemos, pero que valoramos en gran medida nuestro tiempo de ocio. Pero se le ve bien en esta bonita ciudad, al lado de un río enorme y con un centro muy ordenadito y muy mono, recuerdo de sus civilizados fundadores, aquellos teutones de los que hablábamos al principio. Y quién nos iba a decir que algún día acabaríamos en Letonia. Para que no queden dudas, aquí van las fotos .

Actualizado el 7 de junio: Artículo sobre Letonia en el Economist.

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