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20 de mayo de 2008

Tribulaciones de un madrileño en Marruecos

Hablando hace cosa de un mes con uno de mis ex-compañeros de sección, JG, sale la idea de hacer un viajecito a Marruecos. El destino inicial está claro, Marrakech, ya que easyJet tiene vuelo directo desde Gva. El vuelo es algo menos low-cost de lo que acostumbran a ser los vuelos de esta compañía pero allá que acabamos saliendo el día de San Isidro del presente año.

Hace dieciséis años que un joven Edunardo se va a Marruecos en compañía de un aún más joven Pelucas, y allá conocen a un algo menos joven Periko, entre otros. Ese viaje nos lleva en autobús por las inexistentes autovías españolas del glorioso año 92 hasta el corazón del Atlas, donde los jóvenes alpinistas suben al Toubkal, se queman por el día, se congelan por la noche, se desloman arrastrando las mochilas y las tiendas hasta el refugio de no sé qué, vomitan, comen tortellinis crudos, se les cae la piel a cachos y vuelven a Madrid tras un viaje eterno en autobús y barco que acaba en la plaza de Cibeles a las cuatro de la mañana. Edunardo jura que nunca volverá a protestar en una subida después de las ocho horas con treinta kilos a la chepa que le cuesta llegar desde donde te dejan hasta el campamento base. Una breve escala en Marrakech nos descubre el churro marroquí, mezcla afortunada de churro y porra que cuestan casi nada. Salgo de Marruecos y no vuelvo hasta ahora.

JG es un viajero veterano. Ha recorrido medio planeta y le gusta ir sin planes. Se va a tal sitio y ya se buscará allí un hotel. Yo, que nunca he ido así, me encuentro un poco desorientado al principio, pero en seguida veo que el asunto funciona. Los viajes los hacemos en autobús, unos mejores, otros más rústicos, y salimos cuando se puede. Nuestro periplo nos lleva de Marrakech a Essaouira y de allí a Agadir. Allí decido volverme a Marrakech, porque un dolor de espalda me está matando, no me deja dormir y yo lo achaco al traqueteo de los autobuses. JG se lanza a la aventura y se va a Taroudant en un taxi colectivo. Quedamos al día siguiente en Marrakech. Yo me dedico a pasear tranquilamente por los zocos, sin comprar nada y haciendo recorridos cada vez más largos por las callejuelas de la medina, ya acostumbrado al holaamigorealmadrid. Aplico la doctrina MM y me siento en los cafés a tomar un té y ver pasar a la gente y a pegar la hebra con los turistas. Y ando por la sombra, para evitar el sol. Y veo esta mezcla de viejo y nuevo, de pobreza y riqueza, tan cerca de Europa, y llego a Ginebra y me siento muy raro. Muy descolocado.

Fotos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

he disfrutado mucho con tus fotos.
te acuerdas de Iñaki, el montañero que ha muerto en el Annapurna? Estaba de guarda en el refugio de Belagua cuando nos quedamos bloqueados por la nieve un puente del 1º de mayo, siempre me producen mucha tristeza estas muertes. Cuidate, te quiero.

Marikiya dijo...

Hacía tiempo que no te leía. Que buenos viajecitos que os montais.
Que te cuente el Optimista lo bien que se lo pasó en Marruecos discutiendo con los comerciantes. A uno, directamente, lo mandó a la mierda porque comenzó con el juego este del regateo... jj. Me parto cada vez que recuerdo la escena. Marruecos es especial...