Las máquinas no hacen favores: de acuerdo con su mecanismo hacen lo que tienen que hacer hasta que se estropean. Pero no es nada personal, son así. Estos últimos días me estoy encontrando con gente que también son así aunque no sé a qué programa o mecanismo obedecen. Y tampoco sé si es algo personal. La falta de procedimientos claros hace que el trabajador se crea un diosecillo que trabaja porque quiere y no porque nadie ni nada le obliguen. Crea y destruye según su voluntad y es todopoderoso. Pero al final estos seres superiores son magnánimos y bondadosos, una simple muestra de sumisión basta para que te otorguen sus dones. Pero nada sería posible sin ellos y sólo a ellos debes, ¡oh infeliz!, que tu vida discurra por un valle de rosas y no por las negras profundidades del averno.
Y a ver si aprueban los presupuestos del 2009 de una vez, me compran un pecé y no tengo que seguir pidiendo favores a todos los dioses del panteón.
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