O donde Edunardo se pone autobiográfico
Allá por el 1994, el joven Edunardo pasaba gran parte de sus fines de semana entre canchos y jaras, practicando el arriesgado deporte de la escalada. Ni física ni mentalmente estaba muy bien dotado para esa actividad pero gracias a la paciencia de familiares y amigos pudo disfrutar de momentos inolvidables en parajes de gran belleza y de instantes interminables de pánico estremecedor.
Un día en Patones
Recuerdo que estaban P, J y quizá AT. Estaba acabando el día y fuimos a probar una vía. Yo iba de primero, puse la cinta en la chapa mientras me agarraba con la mano derecha a una presa. Con la mano izquierda tiré de la cuerda para poder pasarla con el mosquetón y agarré la cuerda con los dientes, como se suele hacer. En ese momento mi mano derecha se soltó del agarre y caí con la cuerda en la boca. Pocos metros, pero los suficientes para que mi incisivo central derecho quedara formando un ángulo de 90 grados con el resto de los dientes. Sangrando como un cerdo, mis amigos me llevaron a la Paz y allí me llenaron la boca de hierros y me amputaron el piño. Era tan joven y ya tan mutilado.
Primer piño postizo
Sin piños, uno no se come un rosco. Pasé dos meses con los hierros en la boca y, cuando me los quitaron, mis padres me llevaron a un dentista de Pozuelo, creo recordar. El seguro de la federación de montaña me daba 15000 pesetas por la lesión, pero la factura fue mucho más. En aquel tiempo empecé a soñar con cierta frecuencia que se me caían los dientes. Algo que resultó profético, por otra parte.
Un día en Málaga
Málaga, 1998. Recién acabada la prestación social, quedé en Málaga con J, el tico que había venido para sacarnos las castañas del fuego. Estaban también sus primos y primas, que vivían allí. Tarde calurosa, cartojal fresquito y aparecí de repente tumbado en una camilla en el Carlos Haya. Uno que estaba enfrente me dijo: "¿Qué te ha pasao?" "Nada que yo sepa", respondí yo. Salí de urgencias y J me acompañó en un taxi a mi casa. Le dije que ya le llamaba para salir otra tarde y me miró lívido diciendo: "Descansa, mejor" Cuando me miré en el espejo del cuarto de baño vi un labio tumefacto, varios puntos en la nariz y en la boca y la camiseta llena de sangre seca. El primer piño postizo ya no estaba.
Me llaman Mellao
La doctora SC se había ocupado de las bocas de varios familiares míos. Así que allá fui a que me hicieran un implante. Después de someterme a tormentos varios, me implantó un perno de titanio en lo que quedaba de raíz. Llegó junio del 99 y me fui con gran ilusión a trabajar a GVA (ya era hora) con un piño provisional y la doctora C no pudo acabar el trabajo que había empezado (aunque sí pudo cobrarlo). Estaba yo un día en el bat.30 hablando con BJP, cuando de repente el piño provisional salió disparado de mi boca. Eso sí que no podía ser. Estaba en GVA, libre y con dinero, y una mella no podía interponerse en mi carrera sesuarll.
El puente
En el servicio médico del Cern tenían un folleto con direcciones de médicos en el Pays de Gex y GVA. Llamé a un número de StGenis y me respondió una señora. Me dio cita y allá fui. A su casa se entraba por un camino de tierra. Aparqué en medio de un patio lleno de trastos: una furgoneta, un coche, varias bicicletas, carretillas, palas, cajas de botellas... Rodée la casa y entré en la consulta. Olía un poco a húmedad y todo tenía un aire un poco avejentado, incluido el material médico. La señora tendría unos sesenta años y tenía las manos llenas de tierra. Limpias, pero con grietas en la piel llenas de tierra. Supuse que sería de trabajar en el jardín. Era danesa pero llevaba treinta años viviendo en Francia. Usaba medicinas caducadas. Yo me daba cuenta, pero la señora era tan amable que no le decía nada. El caso es que tras unas cuantas sesiones, me apañó la boca y me hizo un puente que todavía dura. Unos años después volví a llamar a la consulta. No respondió nadie. Pasé un día por delante de la casa y se había quemado. Una barrera cortaba el camino de entrada.
Epílogo
El domingo en Alcorcón me tragué la raqueta del señor alto. Al principio pensé que me había reventado la boca, y toda la historia del piño pasó por delante de mis ojos.
Pero no, el piño estaba en su sitio y la historia aquí está.
4 comentarios:
Jodo! Blanquecino me he quedao...
Le acompaño en el sentimiento y le deseo la mejor de las mejorías.
Ánimo que el sábado tiene una estupenda oportunidad para perder algo más que un diente
la paradoja del molar: monte que subas, diente que has de guardar.
La tierra en las manos de la Danesa te vino de perlas. Ni con raquetazos pierdes ya el piño postizo.
Un ovni
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