3 de julio de 2011
Momentos quirúrgicos en la vida de un hombre
Qué sitio más sofisticado, el quirófano. Las puertas se abren como en las naves espaciales y, deformación profesional, lo primero en que me fijo es en la puesta a tierra de la camilla. Que además tiene dos reposabrazos en cruz para más inri y, siguiendo con las alusiones, te despojan del pijamilla que llevas en planta y te ponen el tanga, como me cuenta el simpático enfermero homosesual. Yo ya no noto nada, me han puesto la epidural, de cintura para abajo, así que mientras los cirujanos me retuercen la pierna y concluyen que la rodilla es claramente inestable yo no digo ná. Aparte, han puesto una tela vertical a la altura de la barriga para que no vea cómo me agujerean la pierna, aunque puedo seguir la intervención en una pantalla, donde veo mi interior. Me desengaño: esperaba otra cosa. Además no soy capaz de distinguir nada, a pesar de que los médicos me van diciendo, este es tu ligamento, este es tu menisco (que es bastante gordo, según ellos) aquí es donde debería estar insertado tu ligamento, esto es lo que queda de tu ligamento... En fin, acaba el asunto y me llevan a post operatorio. Intento mover las piernas pero no puedo. Sabes que la pierna está ahí pero no responde. Al cabo de un rato puedo contraer el cuadriceps de la pierna izquierda y a las seis o siete horas, ya en planta, recupero el control de mis pies y mi pirulo vuelve a la vida. Respiro aliviado y aprovecho para mear: lo peor ya ha pasado y al día siguiente ya estoy en casa, con toda la vida por delante pero sin el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha.
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1 comentario:
pero bueno, nadie se ha preocupado por tu rodilla, ¡qué blogueros más descastados!
tu ex-v que te aborra y te adorece.
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