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13 de enero de 2012

Distopía

Durante nuestra estancia en Tenerife, la camarera del restaurante El Sombrerito, nos comentó que había estado una vez en Mad y que le había angustiado la cantidad de gente que vio, las prisas que llevaban y, sobre todo, había encontrado el aire irrespirable. Siento estos días, después de un catarro clásico de mocos y toses, un picor de garganta terrorífico. Lleva mucho tiempo sin llover y una nube marrón cubre la ciudad. El problema no es nuevo y para según que gente, como la flamante alcaldesa de la ciudad, ni siquiera es un problema. La página donde salen los datos de las estaciones de medición se llama, irónicamente, de calidad del aire y funciona de aquella manera, no vaya a ser que nos de por mirar y nos espantemos de la mierda que nos estamos tragando. También se puede comparar con otros sitios, pero curiosamente los datos de Mad no están actualizados ahora mismo. En fin, mientras me decido entre la escafandra de buzo, el traje de astrounata o instalarme unos filtros en boca y nariz, me encerraré en mi madriguera confiando en que allí no me alcancen las partículas microscópicas.

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