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15 de agosto de 2012

El queso

Volviendo de Francia, al llegar a Belagua después de bajar el puerto, vemos un cartel en la carretera en el que anuncian venta de quesos. Nos desviamos por un camino de tierra hasta la borda y aparcamos el coche, molestando a un perro que estaba allí echado. La primera persona que vemos es un negro, lo cual nos sorprende, aunque luego nos enteraremos de su historia. Le preguntamos si allí se vende queso y nos indica una puerta, cubierta con una cortinilla de tiras de plástico, tras la cual no parece haber nadie. Dudamos un poco hasta que una voz nos invita a pasar, nos cuenta lo que tiene, lo probamos y salimos de allí con un queso de dos kilos, no sin antes escuchar la recomendación del quesero de curar el queso y papearnoslo en navidad.

Al volver a Mad, me pongo el queso delante y lo unto bien en aceite. A continuación, lo vuelvo a envolver en el papel de estraza en el que venía envuelto y lo meto en la nevera. En cuatro meses veremos el resultado aunque, de momento, un ligero aroma a queso empieza a extenderse por la cocina.

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