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17 de septiembre de 2012

En Soria

Hacia siglos que no iba a Soria. Estuve una vez en el pico de Urbión con la Campsa, hacía frío, llovía y no se veía nada. Estuve también con el campamento de las cañadas sorianas. Y así, hasta este fin de semana. El sábado nos acercamos a la Laguna Negra. El acceso en coche está cortado a un par de kilómetros de la susodicha laguna, pero hay un autobús sustitutivo que no cogemos ni a la subida ni a la bajada. El aparcamiento cuesta cuatro euros, siguiendo las últimas políticas de cobro por acceso en coche a parajes naturales, que no dejarían de parecerme bien si hubiera alternativas de transporte público, pero sólo cobran por la mañana. Cuando volvemos al coche, después de pasar por la laguna larga, el pico de Urbión, el nacimiento del Duero (con kleenex conmemorativo) y la laguna helada, no hay nadie en la barrera. El camarón de la isla, fruto de una insostenible pulsión consumista que me ha poseído las últimas semanas, se queda sin batería a media subida, con lo que no queda constancia gráfica de la marcha.

Después de recargar las baterías propias y ajenas, el domingo vamos a ciegas a Castroviejo, una especie de Ciudad Encantada de Cuenca pero en soriano. El sitio nos gusta, así como otra agrupación de meños que vemos un poco más arriba y más escondida, y una cueva con cascadita que nos espera al final del camino. Esta vez el camarón se comporta y podemos  hacer algunas fotos, unas mejores, unas peores, pero, en cualquier caso, dejando plena constancia de nuestra belleza.

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