Pero un veneno se había introducido en mi organismo y, poco a poco, se fue apoderando de mi ser. En los meses de verano del 2012, devoré incansablemente toda la información disponible en la red sobre cámaras reflex intentando disfrazar de racionalidad una decisión que carecía completamente de ella.
Qué momentos de gozoso placer culpable, leyendo los informes de dpreview, del cameralabs, de cnet y hasta de Ken Rockwell, personaje cibernético que levanta amores y odios entre los fotografidictos solo comparables a los de Belén Estebán.
Aperturas, programas, exposiciones, ISOs, ruidos, aberraciones cromáticas, bordes laterales, disparos por segundo, autoenfoques de 11, 39, 51 puntos, sensores DX o FX, megapíxeles, buffers, raw y jpgs, todos estos términos desfilaban delante de mis ojos en una sucesión ininterrumpida de pruebas y comparaciones.
Así que cuando ya me había decidido por un modelo para principiantes avanzados me dirigí una tarde a una tienda donde permitían tocar los cacharros. Cogí la cámara en cuestión y fui incapaz de sacar una foto con ella, los controles me desbordaban. Agarré una cámara de la competencia y me salió la foto a la primera, así que consumé la compra y salí corriendo de allí, avergonzado.
Pasó casi un año hasta que volví a leer una página de estas. Me había curado. O eso pensaba yo.
(continuará)
3 comentarios:
yo también tengo pulsiones, se va la asistenta una semana, pues yo ídem.
ex-v
Me tienes on fire. Tengo el ISO subidísimo, estoy sobreexpuesto a más no poder, soy pura aberración. Sigue, Edu, sigue... qué has comprado? Y si no lo has hecho, compra ya!!!
¿¿¿Para cuándo, querido Edunardo, el tercer volumen de pulsiones veraniegas??? ¡¡¡Confiésalo todo y purga tus pecados de una vez!!!
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