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5 de agosto de 2013

Pulsiones veraniegas III

(NdlR. Los pocos días que he pasado entre LP y LA han prácticamente anulado mis pulsiones consumistas. No sé si habrá sido la dieta de choco, roncaor, anchova y sargo o el avistamiento de las bandadas de phoenicopterus roseus, los ejemplares de chroicocephalus ridibundus y bubulcus ibis o la motacilla flava cerca de las marismas del río Piedras. Lamentablemente, es posible que la reincorporación al trabajo haga resurgir dichas pulsiones.)

En la entrega anterior había salido de la tienda con un camarón ( relativamente barato, pero camarón ) y me había puesto a hacer fotos. Hasta ahí, todo bien, sin pulsiones de ningún tipo más allá de fotografiar hasta el hastío.

Pero en mayo hice el curso de rapaces y vi que los monitores iban equipados con sus telescopios, lo que les permitía avistar con un nivel de detalle al que no llegan los modestos prismáticos. Breves pesquisas me hicieron darme cuenta de que el telescopio vuelve a ser una trampa saducea, un poderoso reclamo para el débil de espíritu aquejado de pulsiones consumistas, un pozo negro de entre muchos cientos y pocos miles de euros para el bolsillo del consumidor alienado. Más aún, un telescopio tiene adaptadores que permiten acoplarlo a una cámara fotográfica, por unos cuantos cientos de euros más, y poder así hacer fotos en las que se vean las amígdalas del petirrojo en vez de la ridícula mancha paseriforme que consigue un servidor con su modesto teleobjetivo sacado al máximo o la decepción que supone ver cómo el buitre que te ha pasado a pocos metros por encima de la cabeza queda un poco pequeñito en el centro de la foto.

Por supuesto, el telescopio, e incluso la cámara si nos ponemos, necesita un trípode y una rótula. Por supuesto, el consumidor informado no comprará cualquier ñorda en el Lidl, sino que se volverá a gastar otros varios cientos de euros en el cojotrípode de fibra de carbono ( el peso importa ) y en la megarótula que permitirá que tu cámara, con tus petaobjetivos, no se mueva ni un nanómetro cuando pulses el disparador ( con su mando a distancia, claro ) Pero el susodicho consumidor informado, aun asumiendo la falacia que supone informarse sobre dispositivos cuya adquisición no responde a ningún criterio de utilidad, puede que se encuentre armado con varios miles de euros en material y que las fotos del petirrojo sigan siendo manchas churretosas si no se dan las condiciones lumínicas adecuadas o si el petirrojo no coopera quedándose quieto el rato suficiente para hacer los ajustes pertinentes.

Los expertos siempre empiezan diciendo que lo que importa de verdad es el ojo del fotógrafo pero siempre añaden que cuando el fotógrafo se vea limitado por su equipo, es el momento de pasar al modelo siguiente en la gama, o dos modelos más allá.

Resumiendo, la fotografía es una afición que puede resultar muy cara. Los fabricantes sacan modelos cada año que mejoran, teóricamente, los modelos del año anterior y la supuesta modularidad de las réflex no es más que un sacacuartos disfrazado de gilipollez artística y tecnológica. No seáis débiles, no piquéis: arrojad vuestras cámaras al precipicio y huid como de la peste de los falsos profetas.

En eso estoy. No sé si podré. La cámara me ha costado una cierta cantidad de dinero y yo soy muy mirado para eso. Y soy sólo uno, y estoy rodeado. Y el 70-300 es un objetivo asequible. Quizá el petirrojo me salga más grande la próxima vez si lo uso. ¿Y el 80-400?...

 
(continuará)

2 comentarios:

Mix dijo...

Siguen las pulsiones.
Solución? Invertir en una tienda de campaña verde para que los bichos no te vean y pasar semanas en ella.

alerta-ovni dijo...

Me ha gustado mucho este post (es que estás muy ornitológico y se echaba de menos un poquito de otras cosas). Pues no sabía que te habías comprado el camarón! Ya me contarás a la próxima! Por ahora las fotos de tus pajaritos te salen muy bien :-)