En estos momentos se está produciendo un trasvase de cerebros entre Gva y Cadarache. Las mentes que estuvieron detrás del más apasionante proyecto científico que vieron los siglos previamente, han decidido cambiar de tercio y se aproximan sigilosamente al mundo de la fusión. Mientras tanto, la campiña provenzal ofrece una explosión primaveral de olores y colores; de líneas de vides, olivos y almendros. Pueblos de color tierra salpican las colinas con sus calles estrechas y sus muros. Es muy bonito pero yo encuentro todo un poco rural. Para cambiar un poco de tanto ruralismo, B y C me llevan a Aix-en-Provence. La ciudad tiene un casco antiguo de calles estrechas, para variar, y está llena de fashion victims de ambos sexos. Contrariamente a Marsella, escasean los magrebíes. Llegamos a la plaza mayor, dónde ondea la senyera junto a las banderas francesa y europea. Allí vemos que hay un mitin a las seis (son las seis) donde actuará el candidato a la presidencia de la République, José Bové.
Termina Bové y sube a la palestra un diputado boliviano que recorre Europa enviado por el compañero Evo Morales a anunciar en español a quién quiera oirle que el compañero Evo Morales está devolviendo Bolivia a los bolivianos y librándose de las injerencias de las multinacionales, únicamente interesadas en vaciar el país de sus recursos. Que ofrecen su apoyo al compañero Bové y que seguirán hasta la victoria siempre. La plaza estalla en vítores y aclamaciones cuando se escucha el viejo lema revolucionario. Nosotros decidimos abandonar la plaza y continuar callejeando por la ciudad, tomar un panaché y pasar a buscar a JRK, uno de esos cerebros trasvasados de los que hablaba antes. JRK, al que guardo gratitud por enrolarme en mi actual empleo y al que espero deber una mamada algún día, ha optado por vivir en pleno centro de la ciudad en vez de en la campiña. Tiene un piso con una distribución muy original, un salón enorme y dos cubículos: una cocina y un dormitorio/baño. Nos lleva a comer a un restaurante dónde nos sirven unas carnes a la brasa muy bien hechas que nos dejan satisfechos en el sitio. Nos despedimos y volvemos a casa de B y C.
A la mañana siguiente, B y C me llevan a Cucuron, un pueblecito muy mono por el que paseamos y comemos. Volvemos a casa y B me deja conducir su Ginetta(?) hasta la estación del TGV. Nos despedimos como si nos fuéramos a ver mañana mismo, es lo que tienen los amigos.
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