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27 de mayo de 2007

Vanil Noir

Había oído hablar mucho de las montañas de cerca de Friburgo, se llamaban todas Vanil. La palabra Vanil parece ser que viene del patois friburgués y quiere decir cumbre rocosa. Tras hablar con B y E y anular nuestro plan inicial de subir al Rocciamelone, en Italia, acabé proponiendo esta salida y, francamente, la excursión no estuvo mal, satisfizo al personal.
La previsión del tiempo no era buena. Al final también acabaron apuntándose M y A. Reservamos sitio en el chalet des Marindes y salimos el sábado por la mañana. Llegamos al refugio hacia las cuatro de la tarde. Hay una cocina, que es gestionada por los guardianes y te van dando turnos para usar las cazuelas y el fuego. Al final hay que fregar los cacharros, pero todo va muy organizado y funciona muy bien a pesar de la gran afluencia de público. Empezamos a comer hacia las cinco, sacando el queso y el jamoncito que habíamos subido. Contábamos también con unas botellitas de vino que habíamos cargado. A las siete, un poco saturados ya, nuestro chef italiano, B, se puso hacer los spaghettis. La cantidad era exagerada y acabamos de spaghettis hasta el gorro. A todo esto, en el refugio había un grupo muy grande del CAS de Gruyere. No se sabe bien cómo empezó todo, pero a las 10 de la noche, a la luz de la luna, estábamos rodeados de suizos en la terraza del refugio alternando sus cánticos regionales con los grandes éxitos de la música española, incluyendo la Macarena, el Asturias patria querida y el himno del Barsa. Por primera vez en todos estos años estábamos en una fiesta de suizos. Los muchachos y muchachas, poseídos por el kirsch y el fendant del Valais, tenían una marcha increíble y estuvimos hablando de todo un poco. Ellos se mostraban extrañados de ver españoles en sus tierras, hasta que les dijimos que veníamos de Genève traídos por la curiosidad y el espíritu de los descubridores. La experiencia mística del party suizo acabó a las 23h00, hora del toque de queda en el refugio. Por la mañana, nos pusimos a desayunar a eso de las ocho y media. Los suizos se habían bajado porque llovía bastante y los picos de la zona son para excursionistas avezados y son peligrosillos cuando están mojados. Decidimos seguir su ejemplo. Bajamos a los coches entre la lluvia y la niebla y nos paramos a comer una fondue con patatas fritas en Charmey. Lo de las patatas fritas dejó perpleja a la camarera y levantó las risas de los otros comensales cuando M mojó las patatas en la fondue. Acabamos de comer, nos despedimos y nos volvimos a Gva, todavía impresionados por la fiesta del día anterior en el chalet de la montagne.
Pasen por las fotos y los videos comprometedores (1 , 2 y 3) para saber más de este viaje.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muchas gracias por el regalo de esas flores que nunca arrancarás y por los paisajes tan hermosos que ya nunca pisaré.
Muchos besos.