
Después del accidente de B con el tranvía, B y M tuvieron que anular sus compromisos sociales entre los que se incluían su asistencia al festival de Donostia y recibir a los cernícalos en Minga para la OktoberFest. Yo me había quedado con ganas de Minga, pero a falta de pan, buenas son tortas. B había montado un eurogirls en Minga para este finde y entre J, M y yo llegamos a la conclusión de que lo mejor que se podía hacer era un euroboys. Elegir el sitio nos llevó un rato, pero al final decidimos que queríamos sol, buen tiempo y marchuqui, además de que la ciudad elegida estuviera conectada a buen precio con Gva y Minga.
Viernes 23
Salió BCN, igual que en el 92. Para el alojamiento, M recurrió a su interminable lista de contactos y se sacó de la chistera a P, un ex-colega de la EPO, que nos hospedó a cambio de unos quesos, un bote de foie-gras y, sobre todo, un helicóptero teledirigido que vuela. El P resultó ser un chaval muy majo a pesar de sus problemas físicos. Él y M nos estaban esperando en un bar, enfrente del mercado del Born, donde yo ya había estado con BC el año pasado. Allí le hicimos entrega de los presentes y ya de paso nos tomamos un par de cervezas, para empezar el festival con buen pie. Llegamos a su casa (un quinto piso sin ascensor muy bien situado), dejamos los equipajes y fuimos a cenar. El restaurante estaba lleno y esperamos en el bar de al lado tomándonos otra cerveza. El menú consistió en carne y pizzas, más flan de postre, que fue aspirado y engullido como mandan los cánones. Salimos del restaurante, pasamos por la plaza de Sant Jaume y nos tomamos otra consumición en un garito del que no me acuerdo. M y J empezaban a dar muestras de cansancio, pero un red bull les dió alas y nos permitió llegar hasta la plaça reial donde; sin comerlo ni beberlo, dimos con el sidecar. Al principio estuvimos en el piso de arriba, pero allí observamos que unas escaleras conducían al subsuelo, adonde se dirigían hordas de aliados de la noche. Por el módico precio de 7 euros, fuimos autorizados a descender, abrimos la puerta y ya no la volveríamos a abrir hasta las seis y pico de la mañana. Gloria al DJ Nacho Ruiz, que amenizó la velada con canciones que no habíamos escuchado jamás a excepción de esta:
Salimos del garito y llegamos a las Ramblas. Siete de la mañana. Somos chicos de ciudad y no nos asustamos fácilmente. A pesar de todo, nos impresionó que la muchedumbre intentara ostiar a un paisano que se dedicaba a arrojar maceteros a la calzada y, sobre todo, nos sorprendió la cantidad de ofertas de chupo y follo que recibimos. Después de rechazar tan amables invitaciones, encontramos una estación de metro y volvimos a casa. Despertamos al portero automático y nos tumbamos un rato.
Sábado 24
Fuimos despertando poco a poco y desayunamos mientras nos preparábamos mentalmente para el siguiente reto: la calçotada de la mort. M, no se sabe bien cómo, había encontrado un restaurante perdido en las montañas donde por 30 euros te podías jartar de comer calçots y carn a la brasa, can borrell. Equipados con un babero, comimos y comimos y seguimos comiendo hasta que nuestros estómagos dijeron basta. A las cinco abandonábamos el restaurante, que está perdido en medio del monte, y volvimos a BCN a descansar un rato. Entre pitos y flautas estuvimos de charleta hasta las diez y media. Yo había quedado con una ex-cernícala a las once y media y los tres mosqueteros aparecimos de nuevo en la plaça del sidecar. Nos tomamos una cervecita mientras B y yo cotilleábamos y luego la cicerona nos llevó a dar una vuelta por el Raval. Pasamos por delante del museu de art contemporani y llegamos a un bar con unos sofás rojos que estuvieron a punto de tragarse a J y M. Consiguieron aguantar el tirón y B nos llevó a tomar la que luego sería la última al Cuco. En el camino, vimos una muchacha que lloraba desconsolada mientras perdía las llaves, se le caían los pantalones y tiraba y colocaba una valla. Le preguntamos si estaba bien y nos miró diciendo que no. No quisimos insistir aunque J comentó que tranquila, que si quería caer más bajo allí tenía a Edunardo. J es así de majo. Fuimos en taxi al siguiente bar. El taxista también era muy majo y había puesto una pantalla de video para entretener a los clientes. Se nos pasó el viaje en un pis pas y llegamos al cuco, donde nos esperaban los colegas de B, una pandilla de ingenieros industriales pero catalanes. Uno de ellos además trabajaba en Aprilia haciendo motos de competición. Lo más parecido en plan hi-tech que tenemos nosotros es a Farruquito de la Conce y sus antenas espaciales. El cuco era un bar pijín y el DJ pinchaba mushas mariconás, nada que ver con el Nacho Ruiz. La camarera estaba muy buena pero pretendía convencerme de que 22 euros más 8 de vuelta eran igual a los 50 que yo le había dado. A las tres cerraron el chisme. Tuvimos la opción de seguir la noite pagando pero hicimos caso al señor de la boina, plegamos velas y nos fuimos a casa.
Volvimos a despertar al portero automático y nos acostamos.
Domingo 25
El M tenía que estar temprano en el aeropuerto y fuimos a desayunar y a acompañarle a la Estación de França a coger el autobús para el Prat. J y yo volvimos con P, pasamos por el parque que hay al lado de la antigua estación del Nord. Allí estaba la hermana de P haciendo fotos de un montaje que había hecho con unos colegas con unas piedras y las sombras de los árboles. La muchacha es artista o fotógrafa, no me quedó claro. Cerca de este parque hay un campo de fútbol y estuvimos viendo el final de un partido. Luego entramos en la estación, que ha sido reconvertida en polideportivo, y vimos un cuarto de otro partido, pero de básquet. Acabamos tomando unas cervecitas en la calle de P, con el arco del triunfo al fondo. Llegó el momento de pirarse y, muy en la línea de los viajes con J, relax total, cogimos el autobús por los putos pelos.
En Gva no hace sol porque es de noche. Y no hay sidecar. Ni cañas, ni arco del triunfo.
El que haya resistido la lectura de este troncho, aquí tiene las fotos.
2 comentarios:
Grande crónica en cantidad y calidad, como grandes fueron las ingestas de pizza y de calçots (qué maravilla de producto de la tierra catalana!). Gracias a P por acogernos, y a los europeos, africanos y asiáticos por darle vidilla al centro de Barcelona. Larga vida al sidecar y al euroboys!
Mola! Impresionante tu prosa. Yo no podria escribir tanto .... creo ....
Saludos, Suabizados
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